sábado, 17 de enero de 2009

la propia felicidad


Hace relativamente poco tiempo que dejé atrás la guerra campal. 
Y luego, hace menos tiempo, dejé atrás la angustia. 
Angustia por lo que está mal, angustia por angustiarme, pura angustia que transitaba como veneno ya instalado en mi sistema circulatorio. 

Dejar la angustia es algo tremendo. Una auténtica desintoxicación.

El primer paso ha sido detectarla. 
Es fácil cuando ya está AHÍ enorme y henchida de satisfacción.
Mucho más complejo cuando sibilina se desliza tocando los hilos necesarios para tener un mal presagio, un despertar nublado, una respuesta mordaz, 
en definitiva, 
cuando estamos tan acostumbrados a ella que no nos damos cuenta de su tesón en impedirnos la plena alegría y por supuesto la ansiada calma. 
Después ir desactivándola, siempre que aparece. 
A veces llega al segundo siguiente de haberla hecho desaparecer, tan sólo a una exhalación de distancia. Volver a respirar y desactivar, una y otra vez. 
Y conseguir vivir sin ella. 
Disfrutando de la paz completa y desconocida en su ancho territorio. 
Haciendo natural y cotidiano otra forma de vida.

Hay variantes de guerra sigilosas que ahora me ocupan 
La imposición esencialmente sobre mi pareja, pidiéndole una y otra vez que me hable y se comunique, sin respetar su tiempo y sin dejarle su propia responsabilidad de hacerlo
El ser negativa, sin encontrar la mejor opción siempre, es decir, viviendo la mejor realidad posible en cada momento, responsabilizándome de MI PROPIA FELICIDAD. 

Dejar de mirar fuera lo que me dan o me dejan de dar, dejar de buscar lo que me hace estar triste o insegura. 
Hacerme responsable de lo que ME ESTÁ PASANDO. 
Mirar mis sentimientos, cuales sean, como indicadores de algo que está ocurriendo y bucear en ello para encontrar la esencia y pedir lo que quiera pedir, con la confianza en que los que me quieren están encantados de dármelo. 

Todo esto me lleva a una nueva perspectiva vital. 
Tengo una meta clara
Una sensación que me guía. 
Quiero llegar a una nueva pantalla donde lo "normal" sea vivir en paz, con alegría, con confianza. Disfrutando mucho de Jaime y mi vida y mis hijos y todo lo que tengo y he conseguido. 
Quiero dejar atrás cualquier tipo de confrontación
Quiero creer en mí y en lo infalible de mi alma 
Y lo veo más cerca que nunca. 
Porque sé cuál es la meta
Porque me he quitado velos que me impedían llegar a ella. 

Y ahora pruebo y transito el final de esta pantalla
con la torpeza del que empieza y el empecinamiento del que sabe a dónde va
con la ayuda necesaria para poder levantarme todas las veces que haga falta.